Forl

De vez en cuando apareces
sentado en tu bar
delante de la estación.
                   Igual que en aquel entonces
no tienes nada que decirme,
todavía es sólo aquel saludo.
                                            Pero ahora sé
de qué eternidad provenía
y por qué el corazón se sobresaltaba.
                                                    Tú, gran padre
me has dado tiempo
fuiste el primero en mostrarme
en el horizonte la fuga y la unión
natural del cielo y de la tierra.
No tenías mi millón
de palabras, pero sabías darme
aquella señal, ni siquiera la sonrisa
donde la sangre reconoce
su lejano paraíso.

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